Aún con tantos testimonios y con tanto material audiovisual como evidencia, que incluye archivos desclasificados de muchos países con respecto al tema, existen personas que siguen cuestionando que estos fenómenos sean ciertos, más allá de que una entidad fuera de nuestro planeta se encuentre detrás de su existencia.

Si realmente fueran ciertas al menos el 1% del total de las evidencias que existen actualmente, entre videos, pinturas rupestres, fotografías, testimonios, grabados antiguos, anécdotas ancestrales, escritos, informes ocultos de gobiernos, agroglifos y demás representaciones de estos acontecimientos, por probabilidad tendríamos que aceptar que existe en nuestros cielos un fenómeno real y del cual deberíamos de preguntarnos: ¿quién o qué esta detrás de todos esos objetos y con qué intenciones?

Desde el año del nacimiento de Jesús existe un error de 6 años en nuestro calendario, situación que si fuera tomada en cuenta no estamos próximos a celebrar el año 2023 sino el 2030, agregando el año de desfase que se tiene arrastrando con otros ajustes que han hecho a nuestro calendario actual. Y así como no hay exactitud en el año, Jesús tampoco habría nacido un 25 de diciembre como se piensa comúnmente, fecha que obedece más a la legalidad del cristianismo, su misión para conversión y al traslapo con otra fecha de culto romano antiguo: Los Saturnales. Incluso en las escrituras su nacimiento esta descrito con pastores llevando a sus rebaños a pastar, costumbre que correspondería más a la primavera que al invierno.

Por otro lado, las festividades conocidas como Saturnales que conmemoraban a Saturno, dios de la agricultura, para celebrar las cosechas realizadas en el año, eran tales que se festejaban desmedidamente con comida, regalos y orgías, las denominadas "bacanales". Sumando la festividad de 'Natalis Solis Invicti' o 'Nacimiento del Sol invicto', se decidió conjuntar ambas fecha para ayudar a la conversión al cristianismo, más que por ser la fecha real del nacimiento de Jesús.

Numerosas anécdotas citadas en libros antiguos nos hablan de encuentros con sombras o figuras difíciles de interpretar para la percepción humana. Quienes las describen les adjudican  características especiales: sombras con movimientos casi erráticos e impredecibles, que muchas veces son sumamente efímeros como los seres inorgánicos que describe Carlos Castaneda en sus libros. Otras son figuras proyectadas en una consistencia humeante, casi como neblina, pero que se concentran en un solo sitio, como la dama de café. Algunas de estas apariciones son tomadas como emisarios misteriosos para anunciar algún tipo de calamidad, como es el caso del hombre polilla, este ser que con sus apariciones advierte algún tipo de catástrofe. Otros interpretan estas manifestaciones con un trasfondo divino o místico, como los ángeles descritos en la Biblia, en donde estas mismas apariciones comunican un mensaje que da sentido a la persona que lo recibe. Otros más están vinculados a los llamados "desencarnados", las denominadas almas en pena o espíritus de los vivos, que son los que porcentualmente tienen más testigos a lo largo del mundo y en todas las culturas que han existido.

La música tiene la capacidad de evocar las más profundas y emotivas sensaciones humanas, un lenguaje que puede considerarse universal. Durante muchos años la creación de piezas musicales fue controlada por la iglesia, sobre todo en el medievo, en que era usada para exaltar la belleza y evocar lo divino. Aquí se utilizaban escalas mayores para lograr estos cometidos y todo lo que no fuera encausado era prohibido o disuadido para no utilizarse. El uso de escalas armónicas para la evocación de emociones y alusiones especificas originó un choque para la composición de canciones.

Por un momento cedamos ante la creencia de que nuestra conciencia está desplazada de nosotros como entes materiales y que el cuerpo es solo un envase de esta energía que encapsula la esencia de las personas. ¿Qué pasaría si al momento de morir nuestra conciencia no quiere desprenderse de la idea de tener un cuerpo material? Y que esto resulte en extrañas manifestaciones registradas prácticamente desde el inicio de nuestra especie.

Las evidencias sirven cuando con ellas puedes llegar a un desarrollo de hechos concreto y descriptivo. De nada sirve tener una fotografía o un video espectacular de un supuesto fantasma y no tener sustento alguno de su existencia como tal. Las evidencias cumplen un papel de comprobación siempre y cuando no sean vestigios aislados, tienen que estar acompañadas de una visión periférica de varios puntos para que, como engranajes en una maquinaria, sirvan en la comprensión de hechos. En el caso de nuestro interés, de sucesos paranormales.

Avistamientos ovnis, fantasmas, duendes, objetos que se mueven solos, sombras recorriendo los pasillos de algún antiguo edificio son algunos de los fenómenos que aparecen en videos que suelen tomarse como evidencia irrefutable de que algo extraño está ocurriendo. Pero estas evidencias en video muy pocas veces suelen cotejarse, los testimonios del evento suelen contradecirse y las pruebas que podrían corroborar que así sucedió muchas veces son inexistentes.

Es verdad que mucho del material viralizado es falso, pero también es cierto que sí existe material fidedigno que antes no podía difundirse tan fácilmente como ocurre hoy en día.

El sonido que escuchamos es más una cualidad perceptual del cerebro que un fenómeno físico en sí. Y al igual que en nuestros ojos tenemos limitaciones, el oído humano las tiene también. El ojo humano no puede percibir infrarrojos, rayos gama, o ultravioletas, y el rango auditivo de los seres humanos está limitado de entre 20 a 20 mil Hertz; en este espectro auditivo es donde existen todos los sonidos que conocemos, incluyendo la música.

Pero estos sonidos decodificados en nuestro cerebro pueden propiciar estados de conciencia y de esta manera percibir fenómenos de naturaleza muy singular.