EN EL SILENCIO DEL VOLCÁN 26 Dormita en sí mismo en la importante altura que define su realeza sobre el nivel del mar, luciendo su envergadura, ornamentos celestes, corona blanca, helada, plata reluciente en manto en nubes. Ve desde su altura mecerse las olas, se respira en el aire la densidad de un mundo gimiendo en derredor por el calor y el frio que lo envuelve constante. Marca su contorno, dibuja al infinito la visión inhóspita de su historia venida de infinitos. Los cielos fulgurantes en la noche triunfan los tonos rojos fuego dejan atrás temores del rugido temible que acompaña al tiempo traído desde siglos, de selvas donde fueran altares a su ofrenda por cientos que adoraban por miedo a un beso último e interminable. Tabernáculo y trono custodio de los dioses, castigo sempiterno del triunfo de otros, antorcha que ilumina escalas que remontan como escala en cenizas llegándose al Olimpo. Magec fue secuestrado por el dios de la luz llevándolo consigo al interior del Teide, Echeyde lo llamaron, morada de Guayota trayéndose a la isla la oscuridad total le pidieron clemencia al supremo celeste, Achamán, que libró de oscuridad al guanche liberándose al sol, tapándole la boca con aquel pan de azúcar que sigue en su corona. Chema Muñoz©