12 de mayo 2024

En su juventud, ambos confiaban en que Dios los guiaría en cada paso de su viaje hacia el amor verdadero. A pesar de los desafíos y las incertidumbres en el camino, su fe y determinación los llevaron a un encuentro que estaba destinado a ser.

A pesar de haber comenzado con la bendición de Dios al otorgarles dos hijos, a medida que pasaron los años y la rutina del matrimonio se estableció sus corazones se inclinaron hacia un hijo cada uno: Rebeca hacia Jacob y Isaac hacia Esaú. Esta situación no solo causó una desconexión en su matrimonio, sino también rivalidad entre los hermanos, resultando en la desintegración de la familia.

La falta de comunicación y el favoritismo de los padres hacia un hijo en particular crearon un ambiente tenso en el hogar. Rebeca, al favorecer a Jacob, ideó un plan para que este recibiera la bendición de su esposo Isaac en lugar de Esaú, su hermano. La manipulación y el engaño desencadenaron conflictos familiares profundos y consecuencias devastadoras. La rivalidad entre los hermanos se intensificó, generando resentimiento y divisiones irreparables en la familia. La falta de transparencia y sinceridad entre los miembros de la familia llevó a un quiebre emocional y espiritual que perduró por generaciones.

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