Si le preguntas a un consumidor promedio qué es la moda de lujo, probablemente responderá con marcas conocidas como Gucci, Yves St. Laurent y Louis Vuitton. Pero, ¿realmente qué hace que estas marcas sean de lujo? Bueno, esa pregunta es un poco más difícil de responder y suscita un abanico más amplio de respuestas: calidad, artesanía, precio elevado, exclusividad, hecho en Francia, hecho en Italia, herencia... y la lista continúa. De hecho, el lujo de la moda no es una sola cosa, y generalmente vive más como un concepto fluido en lo abstracto, que como algo que pueda cuantificarse o formalizarse. Sin embargo, si cambiamos el contexto de adjetivo a sustantivo, encontramos más claridad. Un lujo es algo que un cliente no necesita, pero que elige comprar de todos modos, para disfrutar y sentir placer. Y aunque esto ya no signifique comprar plata fina que hay que pulir, o cachemira que hay que cepillar (sobre todo cuando no se tiene personal que haga por nosotros), sin duda el concepto puede aplicarse a la compra de ropa que no necesitamos, pero que queremos. Esto puede ser comprar una camiseta negra de 20 dólares en Zara para sumarla a un armario desbordante, o comprar una camiseta negra con el logo de Balenciaga de 750 dólares simplemente porque nos alcanza. Esta última no se define por su calidad, artesanía, exclusividad, etc., sino por el nombre de su marca y su elevado precio. Y por ello, sobresale como algo un poco diferente a nuestra comprensión tradicional de la moda de lujo. Tal vez un término más adecuado sea el de lujo de masas, o incluso el de lujo rápido, más relacionado con su homólogo de la moda rápida o fast fashion en términos de producción en masa y comercialización. Y es un enfoque que está ganando adeptos. Cuanto más digitalizados y globalizados nos hemos vuelto, más crecimiento buscan las marcas de lujo tradicionales, especialmente en Asia. Transcripción completa disponible: FCNewsBytes.com Learn more about your ad choices. Visit podcastchoices.com/adchoices