Érase una vez en el Bosque de los Cien Acres, Christopher Robin y Winnie the Pooh estaban sentados debajo de un gran roble, disfrutando del calor de un hermoso día soleado. Los pájaros cantaban y la suave brisa susurraba entre las hojas, creando una atmósfera pacífica.
Christopher Robin, con una expresión pensativa en su rostro, se volvió hacia su querido amigo Pooh y dijo: "Pooh, ¿alguna vez te has preguntado por qué estamos aquí? ¿Cuál es nuestro propósito en este mundo?"
Pooh, con su pata sumergida en un frasco de miel, miró a Christopher Robin y respondió: "Oh, ¿te refieres a por qué pasamos nuestros días buscando miel y teniendo aventuras?"
Christopher Robin sonrió cálidamente a Pooh y asintió. "Sí, esas son partes maravillosas de nuestras vidas, pero creo que hay algo aún más extraordinario en lo que deberíamos pensar."
La curiosidad brilló en los ojos de Pooh, y apartó el frasco de miel. "Cuéntame más, Christopher Robin. ¿En qué estás pensando?"
Tomando una profunda respiración, Christopher Robin comenzó a compartir su fe en Jesús, el Hijo de Dios, que también es Dios, su venida a la tierra como humano y su sacrificio en la cruz por nuestros pecados. Habló sobre cómo Jesús vino al mundo para enseñar a las personas sobre el amor, el perdón y la importancia de tener una relación con Dios. Christopher Robin explicó que Jesús entregó voluntariamente su vida en la cruz, llevando el castigo por todas las cosas malas que las personas habían hecho, para que pudieran tener la oportunidad de ser perdonados y tener vida eterna en el cielo.
Mientras Christopher Robin hablaba, Pooh escuchaba atentamente, sus ojos se ensanchaban con cada palabra. Estaba cautivado por el amor y el sacrificio que Jesús les había mostrado a ellos y a todos los demás.
"Christopher Robin", interrumpió Pooh suavemente, "¿Significa esto que Jesús nos ama, incluso si cometemos errores o hacemos cosas que no están bien?"
Christopher Robin sonrió cálidamente y asintió. "Sí, Pooh. Jesús nos ama, sin importar qué. Él desea que comprendamos su amor, que lo aceptemos en nuestros corazones y que nos esforcemos por seguir sus enseñanzas".
Pooh reflexionó por un momento y luego una suave sonrisa apareció en su rostro. "Oh, Christopher Robin, creo que entiendo. El amor de Jesús es como la miel en este frasco. Es dulce y nunca se agota. Así como siempre podemos contar con que la miel esté ahí para nosotros, siempre podemos contar con el amor de Jesús".
Los ojos de Christopher Robin se llenaron de alegría mientras abrazaba a Pooh. "¡Exactamente, mi querido amigo! El amor de Jesús siempre está ahí para nosotros, guiándonos, reconfortándonos y perdonándonos. Es un amor que nunca desaparecerá".
A partir de ese día, Christopher Robin y Pooh continuaron sus aventuras en el Bosque de los Cien Acres, pero con un nuevo entendimiento y aprecio por el amor de Jesús. Compartieron sus enseñanzas con sus amigos, extendiendo esperanza y alegría por todo el bosque, y valorando el amor eterno que les había sido revelado.
Y en el corazón del Bosque de los Cien Acres, el amor y sacrificio de Jesús se convirtieron en un cuento atemporal, recordándole a todos que no importa cuán pequeños o simples puedan sentirse, eran amados más allá de medida, tal como eran, por un Salvador que lo dio todo por ellos.