“Él sabía ahora que el apartamento de Florentine le recordaba aquello que más temía: la pobreza. Él sentía su olor de, ese olor implacable que tiene la ropa vieja, esa pobreza que él podía reconocer con los ojos cerrados. En ese momento se dio cuenta que Florentine encarnaba aquella vida miserable que su ser entero rechazaba. También vio con claridad cuál era ese sentimiento que le empujaba hacia aquella muchacha. Ella era el reflejo de su propia miseria, su infancia triste, su juventud solitaria. Ella representaba todo lo que él odiaba, todo aquello a lo que él se negaba y que sin embargo permanecía anclado en lo más profundo de su ser, aquello que en el fondo era su naturaleza y el poderoso aguijón de su propio destino. Era su propia miseria, era su propia tristeza a quien tenía entre sus brazos, lo que podría ser su vida si es que él no se deshacía de ella como de un traje vergonzoso”. Más que una denuncia de la pobreza y la injusticia a la manera de la novela “Germinal” de Emile Zola en la que su autor presenta la indigencia en la que viven los mineros del carbón en Francia a finales del siglo XIX, la autora canadiense Gabrielle Roy busca en su novela “Una felicidad de segunda mano”, publicada en 1945, describir las condiciones de vida en el barrio montrealense de Saint Henri en 1940. Gabrielle Roy nació en St. Boniface, en la provincia de Manitoba en el seno de una familia franco-canadiense el 22 de marzo de 1909 y falleció el 13 de julio de 1983 en la ciudad de Quebec. https://www.rcinet.ca/es/wp-content/uploads/sites/4/2020/11/Podcast-7-Gabrielle-Roy-final.mp3