Mi abuelo paterno nos dejó un mensaje a la familia.

A manera de homenaje quiero dejar aquí la voz de mi abuelo, simplemente creo que este trabajo está sentado sobre hombros de gigantes.

Esta reflexión acerca de la felicidad quedó al final de los ejercicios para demostrar algo que ya te puede ser evidente a estas alturas.

La felicidad es la decisión de vivir.

No es un secreto. No es algo que te platican. No es algo para debatir o discutir. No es algo sobre lo que se está de acuerdo o en contienda con alguien.

Prefiere experimentar la felicidad en todas sus caras, antes que conocer los últimos detalles sobre sus definiciones y de los estudios acerca de ella.

A estas alturas, si llevaste a cabo la mayoría de los ejercicios, te habrás dado cuenta del aumento en tus niveles de felicidad.

Mi deseo no es que te formes nuevos hábitos con este programa, sino ayudarte a ver que la felicidad es una decisión personal. Nadie puede tomarla por ti. Del pensamiento de ser feliz, surgen las palabras y acciones que guiarán tu vida a ser feliz.

Los hábitos los vas a formar tú, con tu propia voluntad.

Lo maravilloso es que te hayas animado a darte una probada de varias ideas, y comprobaras cómo con cambios muy pequeños, pero dirigidos a propósitos específicos, se consiguen transformaciones importantes tanto en tu forma de ver la vida como en la manera de vivirla.

Te agradezco mucho por tu tiempo y tu dedicación si has llegado hasta el final de esta serie. Ojalá te hayas animado a experimentar cada una de las actividades y que te hayan servido para probar ideas.

¡Espero que tu vida esté llena de bendiciones, vida abundante y felicidad!

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No hay algo que puedas hacer para caerle bien a Dios y recibir sus bendiciones. A Dios ya eres agradable, Él te ama simplemente porque eres parte de su familia, y eso nunca dejará de ser así.

Es inútil dejarte alguna tarea. Simplemente te puedo sugerir que cualquier día es el adecuado para volver a casa.

Elevar una oración es un hábito muy poderoso no sólo para librar las batallas cotidianas, el gozo y alegría nos dan consuelo en los momentos de angustia. Pon todas tus preocupaciones y angustias en las manos de Jesucristo.

Tómate un tiempo durante el día para cerrar tus ojos, relajarte y platicar con Él. Lo puedes hacer mientras conduces, en una caminata o en la preparación de una siesta. Recuerda que Jesucristo es también el dueño del descanso.

Cuando ores, hazlo con un corazón limpio como un hijo pequeño se acerca a su padre amoroso. Lo que pidas se te dará, si buscas encontrarás y si llamas se te abrirá. Hazlo como si tu vida dependiera de ello.

Tu mente se volverá más clara y podrás ver la vida en perspectiva cuando piensas en la eternidad y en la majestad del poder de Jesucristo. La tensión y los dolores de este mundo desaparecerán conforme pongas la mirada en tu ciudad eterna.

Busca música en donde Jesucristo sea el centro. Te lo digo con claridad, evita cantos en donde tú y tu dolor o angustia sean lo único. Alimentar a tu ego en medio del dolor puede ocasionarte más problemas que soluciones.

Cuando te asalte cualquier duda, sólo recuerda que Jesucristo es el Rey de reyes, el Señor de señores y el Dueño de los dueños. Jesucristo es el Altísimo Rey Soberano del Cosmos. Todo está bien porque Él ya venció.

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