Una nueva empresa está muy feliz porque ha encontrado un inversionista que apoyará con importante capital el crecimiento futuro. Los socios originales dan la bienvenida a este inversionista, quien ahora también será un socio como ellos. Sin embargo, algo imprevisto sucede, uno de esos socios originales recibe una oferta muy atractiva para ir a trabajar a otro país. Ahora todo es un caos, el inversionista ya no está seguro de querer seguir adelante y todo el negocio se afecta.
Las sociedades detrás de las empresas se conforman de muchas maneras: unos amigos que se han conocido en la universidad, un nuevo empleado estratégico al que se atrae con participación en la sociedad, un inversionista que llega con el capital requerido para crecer, entre otras.
Al inicio todo es maravilloso, los unos y los otros están optimistas y felices. Es como un noviazgo que pronto se formalizará en un matrimonio para toda la eternidad. Pero en la emoción de ese noviazgo, los futuros socios olvidan hablar de aquellas cosas que nadie quiere imaginar: que alguna eventualidad ponga fin a ese matrimonio. Y si algo así llega a suceder, la empresa tendrá que enfrentar una seria crisis. Es probable que la situación indeseada no pueda ser evitada, pero quizá la crisis que provoque pueda ser minimizada.
Andrés Castillo, uno de los más veteranos mentores de emprendimientos en Latinoamérica, gerente general del Instituto 3IC, en Valparaíso, Chile, está en el Club de las cabezas cuadradas hablando de lo que hemos llamado: Acuerdos prenupciales para emprendedores.